Se cumplen tres semanas ya del comienzo de la fase más dura de la crisis sanitaria provocada por la Pandemia de Coronavirus COVID-19. Los efectos de la propagación de la enfermedad y las dificultades derivadas de las drásticas medidas adoptadas para contener la ola de contagios, nos conciernen a todas y a todos los componentes de esta sociedad. En especial a los trabajadores y trabajadoras de los centros de atención directa como el CAMF- Alcuéscar.
Sin tiempo para el estupor, sin un segundo para encontrarnos, perdidas y perdidos en este oscuro espacio de irrealidad donde nos ha situado el confinamiento y la paralización general, las trabajadoras y trabajadores del CAMF hemos tenido que apretar los dientes y trabajar. Trabajar desde el minuto cero para responder a una situación de gravedad inusitada, a unas condiciones y necesidades en nuestro centro que superan de largo los peores momentos vividos.
Trabajar atenazados/as por la incertidumbre, por el temor que genera sobre qué precauciones tomar, cómo proteger y protegernos. Luchando contra el miedo. Trabajar esperando que nos provean del material mínimo imprescindible para no contagiar a quienes nos afanamos por cuidar, para no contraer el virus y extenderlo a nuestras familias.
Trabajar defendiendo las condiciones de vida de las personas que dependen de nuestros cuidados, como hacemos cada día, hasta en los peores días. Porque nos necesitan, porque es nuestro compromiso, como trabajadoras y trabajadores, pero también como personas sensibles al calor, a la soledad, a la piel de los que están a nuestros cuidados en este centro tan especial. No está siendo fácil. No lo es para nadie en estos días, pero en nuestro caso no cabe la posibilidad de trabajar a distancia. Mientras el mundo se confina en sus casas protegiendo y protegiéndose de la enfermedad, hemos de ir y venir a nuestro centro de trabajo, mirar cara a cara al riesgo de infectarnos y defender, a nuestras familias y a los usuarios, de lo que podamos traer de fuera. Ahora, entre la multitud de informaciones generadas por la gravedad de la situación, aparecen imágenes dantescas de centros asistenciales donde como en el nuestro la vida navega en una inhumana deriva. Surge la desconfianza y el miedo de los familiares que temen por los suyos, el horror de cualquiera con una pizca de humanidad y es por eso que queremos tranquilizar a unos y a otros.
Compartimos la preocupación y el dolor, pero las trabajadoras y trabajadores del CAMF de Alcuéscar llevamos muchos años peleando por defender estos servicios, como garantía de seguridad de cuidados adecuados, de implicación con la tarea. Luchando contra los recortes, la merma de las plantillas, que han sobrevivido al límite y sobrecargados de trabajo, y hemos multiplicado nuestro esfuerzo para que la factura de estos recortes no la paguen las personas que atendemos.
¿Cómo estaríamos ahora si no hubiéramos mantenido la presión sindical para conseguir alguna de esas incipientes mejoras? La Administración pública, las empresas, deberían de aprender, deberían haber aprendido antes…
Queremos tranquilizar a familiares y resto de ciudadanía.
Los trabajadores/as del CAMF de Alcuéscar empleamos hasta la última gota de nuestro esfuerzo y compromiso para minimizar el daño que esta crisis pueda causar a nuestros usuarios, porque vamos en el mismo barco, son nuestra razón de ser como profesionales y nos dejamos la piel junto a ellas y a ellos. Nunca dejaremos que ahora nos echen la culpa a nosotros y nosotras de lo que pueda suceder. Para eso defendemos, con nuestra representación sindical y con todos los medios a nuestro alcance, las condiciones necesarias para realizar nuestro trabajo. Por eso reclamamos plantillas suficientes, equipos de protección contra el virus, pruebas rápidas para detectar y aislar los casos positivos lo antes posible, medios adecuados para trabajar como debemos trabajar, como sabemos trabajar, como queremos trabajar.
Poco tiempo nos queda en la jornada, en nuestro turno, a cual más intenso para preocuparnos por algo que no sea lo inmediato, resolver problemas y dar lo mejor de nosotros y nosotras mismas. Pero a veces, cuando levantamos la cabeza un momento de nuestra tarea y escuchamos las salvas de aplausos en las calles, se nos agolpan los sentimientos en el pecho. Salimos si podemos y nos sumamos al reconocimiento, al tributo hacia las compañeras y compañeros del ámbito sanitario que se baten minuto a minuto con la pandemia en hospitales y centros de salud.
Aplaudimos fuerte, a veces no podemos contener las lágrimas de emoción compartida. Nos miramos unas a otros y sabemos que, aunque no nos nombren en los mensajes de ánimo a los colectivos prioritarios, aunque todo el mundo parezca olvidar que estamos aquí, en primera línea, al pie del cañón sosteniendo a las personas que nos necesitan las 24 horas del día, aunque el reconocimiento no nos alcance y a veces el silencio nos ahogue, aquí seguimos. En pie ante nuestras compañeras y compañeros, atendiendo y procurando el día a día de los que dependen de nuestros cuidados. Lo sabemos, pero no estaría de más que el resto de la sociedad lo supiera también. Quizás hasta aquí los aplausos no lleguen, pero tenemos la convicción de que nuestro trabajo merece todo el reconocimiento.
Por nuestra parte, que lo ponemos todo en juego para cumplir con nuestra imprescindible labor, sentimos en nuestro interior, palma a palma, que el mundo sale a los balcones también por nosotras. Pensadlo esta noche cuando salgáis a la ventana, compartiremos entonces el mismo nudo en la garganta, el mismo deseo de que esto termine lo antes posible.
UGT AGE SIEMPRE A VUESTRO LADO
Va por vosotros nuestro aplauso de agradecimiento.
CON ADMIRACIÓN.